06 octubre 2021

Elogio de la madrastra

        El día que cumplió cuarenta años, doña Lucrecia encontró sobre su almohada una misiva de trazo infantil, caligrafiada con mucho cariño:

"¡Feliz cumpleaños, madrastra! No tengo plata para regalarte nada pero estudiaré mucho, me sacaré el primer puesto y ese será mi regalo. Eres la más buena y la más linda y yo me sueño todas las noches contigo. ¡Feliz cumpleaños otra vez!  Alfonso"

        Era medianoche pasada y don Rigoberto estaba en el cuarto de baño entregado a sus abluciones de antes de dormir, que eran complicadas y lentas. (Después de la pintura erótica, la limpieza corporal era su pasatiempo favorito; la espiritual no lo desasosegaba tanto). Emocionada con la carta del niño, doña Lucrecia sintió el impulso irresistible de ir a verlo, de agradecérsela. Esas líneas eran su aceptación en la familia, en verdad. ¿Estaría despierto? ¡Qué importaba! Si no, lo besaría en la frente con mucho cuidado para no recordarlo.

        Mientras bajaba las escaleras alfombradas de la mansión a oscuras, rumbo a la alcoba de Alfonso, iba pensando: "Me lo he ganado, ya me quiere". Y sus viejos temores sobre el niño comenzaron a evaporarse como una leve niebla corroída por el sol del verano limeño.


    Así empieza la novela Elogio de la madrastra de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), premio Nobel de Literatura en 2010, Príncipe de Asturias de las Letras en 1986 y Premio Cervantes en 1994. Semejante carta de presentación no necesita más comentario.

    Recuerdo hoy esta novela porque fue lo primero que leí de él, estando todavía en el instituto. Tengo mucho que agradecerle a mis profesoras de Literatura, sí de Literatura, aquella época dorada en la que la materia estaba dividida en varias asignaturas (Lengua, Literatura y Comentario de Texto) y que hoy ha quedado reducida a tres escasas horas semanales.... Andrea y Elena, mis profesoras de Literatura, me mostraron un mundo literario que se alejaba en ocasiones del encorsetamiento de los libros de texto y del currículo, presentando la literatura como una verdadera manifestación artística capaz de mover sensibilidades. Quizás por eso varios de sus alumnos nos dedicamos hoy al mundo de la enseñanza en el ámbito de las Letras y la Música.

    En esta novela que comentamos Vargas Llosa domina el arte de narrar en el plano del erotismo y de la seducción y juega con esa relación. De hecho, la novela se publicó en 1988 en la colección "La Sonrisa Vertical", dirigida por Luis García Berlanga (a quien Vargas Llosa le dedicó la novela),  dentro de la editorial Tusquets. 

    Podríamos decir que la obra muestra una red de perversidad que enreda poco a poco a sus tres personajes principales: la sensual doña Lucrecia, la madrastra; don Rigoberto, el padre, solitario practicante de rituales higiénicos y fantaseador amante ( personaje que más tarde desarrollaría en la novela Los cuadernos de don Rigoberto) ; y el inquietante Fonchito, hijo de don Rigoberto, cuya angelical presencia y anhelante mirada parecen corromperlo todo...

    En cuanto a técnica literaria me gusta que el mundo ficticio se encuentra organizado inicialmente a partir de un equilibrio entre realidad e imaginación, que es lo que permite cierto orden. Y todo ello contado a través de dos narradores: uno omnisciente, que describe los hechos que tienen lugar en la mansión; otro en primera persona, que salta de personaje en personaje a medida que estos elaboran sus propias fantasías.

       Si leemos la obra en profundidad, supera el erotismo con el que ha sido catalogada y presenta una reflexión múltiple sobre el concepto de felicidad, sobre sus oscuras motivaciones y los paradójicos entresijos del poder corrosivo de la inocencia. 

    Cuando le preguntaron a Vargas Llosa: ¿Por qué La ciudad y los perros, Elogio de la madrastra y Los cuadernos de don Rigoberto están tan determinados por la infancia? Contestó lo siguiente: " Las experiencias más importantes que he tenido como escritor, las que me han suscitado más  historias, más personajes, las viví en mi infancia y mi adolescencia, por eso vuelvo tanto a esa época no solo de mi vida sino de mi país, o del mundo en el que yo crecí. La única patria del hombre es la infancia, decía Rilke". Dedicándome al mundo de la enseñanza no puedo permanecer indiferente ante tal afirmación.

    En cuanto al concepto que tiene Vargas Llosa de su obra y de la Literatura, me han llamado la atención las siguientes afirmaciones que hizo en distintas entrevistas:

" Escribir...No quiero dar mensajes, quiero contar historias; escribir es enriquecer nuestras experiencias con historias imaginarias, enriquecer nuestra sensibilidad, aumentar nuestro desasosiego frente al mundo tal como lo vemos".

" A la Literatura no hay que pedirle que sea optimista, ni que defienda valores positivos... Hay que exigirle que sea excelente, creativa, que pueda contagiarnos con sus mentiras e invenciones. Y si lo consigue, es útil, nos da razones para vivir. Pero nunca su función es promover la esperanza". 

    Dejo al lector de este blog que extraiga las conclusiones que considere sobre ese concepto de Literatura que defiende Vargas Llosa. Al escribir estas citas, sobre todo la segunda, he recordado la entrada que publiqué de Murakami, pues él también decía que quería que el lector sintiese lo que estuviesen sintiendo sus personajes, que si un personaje, por ejemplo, estaba enfermo, el lector sintiese los efectos de esa enfermedad. Ese era su objetivo, crear sensaciones y emociones. En esto coinciden los dos autores y, ciertamente, puede haber alguna conexión entre sus obras...

     Puede ser que le tenga especial cariño a Elogio de la madrastra porque fue la primera novela que leí de Vargas Llosa y además la trabajé, digamos que en profundidad, porque una lectura que me mandaron en clase. Luego, he disfrutado mucho leyendo otras obras de este autor como son Pantaleón y las visitadoras La casa verde. Leí Los cuadernos de don Rigoberto por aquello de que era la continuación del Elogio, pero me dejó una sensación muy extraña... En cualquier caso, recomiendo leer Elogio de la madrastra pues seguro que no dejará indiferente a ningún lector.


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