25 marzo 2021

Memoria de la melancolía

 La memoria puede tener los ojos indulgentes. Ya no llegan a nosotros los ruidos vivos sino los muertos. Memoria del olvido, escribió Emilio Prados, memoria melancólica, a medio apagar, memoria de la melancolía. No sé quién solía decir en mi casa: hay que tener recuerdos. Vivir es tan importante como recordar. Lo espantoso era no tener nada que recordar, dejando detrás de sí una cinta sin señales. Pero qué horrible es que los recuerdos se precipiten sobre ti y te obliguen a mirarlos y te muerdan y se revuelquen sobre tus entrañas, que es el lugar de la memoria. [...]

Somos el producto de lo que otros han irradiado de sí o perdido, pero creemos que somos nosotros [...]. Yo siento que me hice del roce de tanta gente: de la monjita, de la amiga de buen gusto, del tío abuelo casi emparedado, del chico de los pájaros, del beso, de la caricia, del insulto, del amigo que se nos insinuó, del que nos empujó, del que nos advirtió, del que callado apretó los dientes y sentimos aún la mordedura... Todos, todos. Somos lo que nos han hecho, lentamente, al correr tantos años"


Estos fragmentos pertenecen a la obra Memoria de la melancolía de María Teresa León (Logroño 1903- Madrid 1988), figura clave del comunismo en el exilio y de la lucha por la libertad y la igualdad, pero, sobre todo, escritora. Esta obra es la autobiografía de una mujer que amaba a su país, luchó por él y lo echó de menos cada día que pasó en el exilio. De hecho, empieza a escribirla durante su exilio en Roma, a finales de la década de 1960, y  fue publicada en 1970, cuando todavía no había podido regresar a España.

Desde muy joven fue una mujer de acción. Tuvo dificultades para seguir con sus estudios más allá de los estipulados 14 años. De hecho, fue expulsada del colegio de monjas, según ella, por empeñarse en hacer el bachillerato y por leer libros prohibidos. Pero esto no la desanimó y consiguió estudiar en la Institución Libre de Enseñanza y licenciarse en Filosofía y Letras. 

María Teresa se casa, mejor dicho, deciden que se casa, en 1920, cuando tenía 16 años y pronto será madre de dos niños. En 1929 conoce a Rafael Alberti y rompe su matrimonio para iniciar una vida con él. En 1932 se casan por lo civil y empiezan a viajar por toda Europa gracias a una beca que recibieron para estudiar el movimiento teatral europeo. 

El estallido de la guerra civil les pilla en Ibiza. Durante este periodo María Teresa fue secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas y fundó la revista "El mono azul". Tras la derrota republicana  el matrimonio tiene que exiliarse y pasará temporadas en Francia, Argentina (donde nace su hija Aitana) e Italia. 

"Estoy cansada de no saber dónde morirme". Estas eran las palabras que repetía María Teresa durante su exilio. Quizás para no olvidarse de lo que le habían hecho o para recordar que todavía le quedaba el regreso... Finalmente, el matrimonio consigue regresar a España en 1977, cuando las condiciones políticas y sociales eran favorables; pero María Teresa ya viene padeciendo la dura enfermedad del alzhéimer y ha perdido la memoria.

A la sombra de Rafael Alberti, su marido durante más de medio siglo, la escritora produjo una variada y destacada obra literaria que incluye teatro, novela, cuentos, ensayo y guiones cinematográficos; obra que ha pasado desapercibida en su mayoría para el gran público e incluso para gran cantidad de entendidos.

Los dos textos que he seleccionados me resultan impactantes. Destaca la importancia de la memoria, no cabe duda que motivada por el diagnóstico de la enfermedad. Me gusta la visión de la memoria como algo vital, hasta el punto de que "vivir no es tan importante como recordar". Como ella dice "hay que tener recuerdos", aunque a veces  nos obliguen a mirarlos y nos muerdan.

Con el segundo fragmento creo que muchos nos podemos sentir identificados. "Somos el producto de lo que otros han irradiado de sí". Indudablemente somos una consecuencia de nuestro contexto, desde que nacemos. No se trata de que somos seres autómatas, sino que somos seres sociales que compartimos, nos relacionamos e interactuamos. Es necesario ir forjando una personalidad única, una individualidad que nos singularice, pero somos un producto del correr de los años por nuestras vidas.

Con María Teresa León terminamos el mes de marzo dedicado a la Mujer con la ilusión de haber dado visibilidad a tantas y tantas mujeres que quedaron olvidadas en la historia de nuestra literatura y que merecen nuestro reconocimiento.


07 marzo 2021

Quisiera tener varias sonrisas...

 Quisiera tener varias sonrisas de recambio

y un vasto repertorio de modos de expresarme.

O bien con la palabra, o bien con la manera,

buscar el hábil gesto que pudiera escudarme...


Y al igual que en el gesto buscar en la mentira

diferentes disfraces, bien vestir el engaño;

y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,

con sutil maniobra, la caricia del daño.


Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,

los que pueblan el mundo y se llaman humanos:

siempre el beso en el labio, ocultando los hechos 

y al final... el lavarse tan tranquilos las manos.


Con este poema de Concha Méndez (Madrid 1898 - Ciudad de México 1986) quiere empezar Letras en Cal el mes de marzo dedicado a las mujeres.

Concha Méndez es una de las voces femeninas más importantes de la llamada Generación del 27; una mujer con las ideas muy claras y con deseos de vivir libremente. Ya en sus primeros poemas se observa su desprecio por la vida encorsetada, diseñada para que las mujeres se convirtieran en excelentes pero aburridas amas de casa. En una entrevista recordaría un episodio de su infancia cuando un amigo de sus padres, de visita en la casa familiar, le preguntaba a sus hermanos qué querían ser de mayores. A ella no le hizo la pregunta, de hecho dice que la ignoraba, por eso se acercó a decirle al señor: "yo voy a ser capitán de barco". El hombre la miró tiernamente y le dijo: "Las niñas no son nada". Con el paso de los años, en esta entrevista, Concha se sentiría orgullosa de "terminar gobernando mi propio barco".

Siendo muy joven se emancipó de la casa paterna y se dedicó a viajar; estuvo en Londres, Montevideo y Buenos Aires, dedicándose ya a cultivar la poesía. Gracias a sus amistades con Luis Cernuda, Rafael Alberti, Federico García Lorca y Luis Buñuel, entró a formar parte del grupo de poetas, artistas e intelectuales que formarían con el tiempo la Generación del 27. Y no solo estaba Concha Méndez sino Maruja Mallo, María Teresa León, Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel, Josefina de la Torre... Mujeres que se vieron excluídas de la primera antología de ese grupo poético que pasaría a llamarse del 27 y que realizó Gerardo Diego en 1932 y 1934. Mujeres que han seguido siendo olvidadas en las innumerables ediciones que se editan y reeditan de la Generación del 27. Sin ir más lejos, la antología que yo tengo está realizada por el gran poeta Ángel González y no aparece ninguna mujer...

Concha Méndez no dudaría en enfrentarse a Gerardo Diego por ese menosprecio y le dijo: "Mira, tú nos excluirás, pero yo debajo de la falda llevo un pantalón". A ella se unirían el resto de mujeres artistas e intelectuales de la época que hoy reconocemos como "Las Sinsombrero".

Casada con el poeta malagueño Manuel Altolaguirre (él sí aparece en las antologías...) Concha Méndez estuvo al frente de la imprenta que el matrimonio compró en 1932. Allí fundaron la revista Héroe con el dinero que Concha había ganado en Argentina. Concha diría en sus memorias: "Era yo quien la manejaba, vestida con un mono azul de mecánico. Era difícil y cansado. Cuando salía a la calle con aquel mono, la gente se quedaba extrañadísima; no recuerdo haber visto en todo Madrid a otra mujer vestida con pantalones". 

En 1938 Altolaguirre se alistó en el bando republicano y al inicio de la dictadura tuvieron que exiliarse, primero en La Habana y luego en México, donde se instalaron  de forma definitiva.

El estilo poético de Concha Méndez es directo y sincero, rozando en ocasiones lo intimista, pero sin perder fuerza y carácter. El poema que he seleccionado me gusta especialmente porque pienso que puede reflejar cómo pudo sentirse ella, o cualquier mujer, en muchos momentos de la vida, sobre todo en aquella época que a Concha le tocó vivir, marcada por la idea de que "las niñas no son nada" y por la guerra civil y sus terribles consecuencias. 

Sería estupendo, como ella dice, tener "varias sonrisas de recambio" para cuando no tengamos ánimo... Sería estupendo contar con "un vasto repertorio de modos de expresarme" para llegar a todos y en todos los contextos... Podría ser útil, también, "buscar en la mentira diferentes disfraces", "vestir el engaño" y conseguir "la caricia del daño".Pero... ella no lo consiguió, no pudo ser como son los otros, los que se llaman "humanos", que siempre tienen "el beso en el labio, ocultando los hechos" con el único objetivo de lavarse las manos. 

La editorial Hiperión reeditó en 2017 una antología de los poemas de Concha Méndez. Os animo a conocer su obra, la obra de una mujer que en vida reivindicó sin descanso el espacio que le correspondía. Rindamos homenaje a tantas mujeres que fueron silenciadas a lo largo de la historia y que ahora, que se ha visibilizado su trabajo, comprobamos que fueron parte esencial del desarrollo cultural de nuestro país.