24 noviembre 2020

 Los hombres que no amaban a las mujeres


    Se había convertido en un acontecimiento anual. Hoy el destinatario de la flor cumplía ochenta y dos años. Al llegar el paquete, lo abrió y le quitó el papel de regalo. Acto seguido, cogió el teléfono y marcó el número de un ex comisario de la policía criminal que, tras jubilarse, se había ido a vivir a orillas del lago Siljan. Los dos hombres no solo tenían la misma edad, sino que habían nacido el mismo día, lo cual teniendo en cuenta las circunstancias, solo podía considerarse una ironía. El comisario, que sabía que la llamada se produciría tras el reparto del correo, hacia las once de la mañana, esperaba tomándose un café. Ese año el teléfono sonó a las diez y media. Lo cogió y dijo "hola" sin más.
-Ya ha llegado.
-Y este año, ¿qué es?
-No sé de qué tipo de flor se trata. Haré que me la identifiquen. Es blanca.
-Sin ninguna carta, supongo.
-No. Nada más que la flor. El marco es igual que el del año pasado. Uno de esos marcos baratos que puede montar uno mismo.
-¿Y el sello de correos?
-De Estocolmo.
-¿Y la letra?
-Como siempre:letras mayúsculas. Rectas y pulcras.
    Con esas palabras ya estaba todo dicho, así que permanecieron callados durante algo más de un minuto. El ex comisario se reclinó en la silla, junto a la mesa de la cocina, chupeteando su pipa. Sabía perfectamente que ya nadie esperaba de él que hiciera la pregunta del millón, esa que pondría de manifiesto su gran ingenio y arrojaría nueva luz sobre el caso. Eso ya pertenecía al pasado; ahora la conversación entre los dos viejos se había convertido más bien en un ritual en torno a un misterio que nadie en el mundo tenía el más mínimo interés por resolver.
Stieg Larsson, Los hombres que no amaban a las mujeres
    
    Así empieza esta magnífica novela que es la crónica de los conflictos de una familia, un fascinante fresco del crimen  y del castigo, de perversiones sexuales y trampas financieras; un entramado violento y amenazante en el que , no obstante, crecerá una tierna y frágil historia de amor entre dos personajes.
    Recuerdo que leí este libro sin conocer mucho de él, solo que el autor había fallecido de manera inesperada poco antes de la publicación de esta exitosa trilogía (Millennium). La lectura me resultó fascinante, no podía dejar de leer. Cierto es que hay pasajes que pueden resultar pesados pues se detienen en explicar los lazos familiares y la historia de la familia, pero no cabe duda de que en cuanto el autor retoma el hilo argumental y el desarrollo de la intriga lo hace con maestría y leemos con la necesidad de ver qué ocurre en la siguiente página.
    El libro, no obstante, se adentra en el asunto de la misoginia (de ahí el título), que va de la mano de la descripción de actos de violencia sexual, como es la violación de Salander por parte de su tutor, y también de la recreación con detalle de las fotografías post mórtem de las mujeres torturadas por los psicópatas a los que alude el eufemismo del título.
    Por eso, al acercarse la fecha del 25 de noviembre, día que la Asamblea General de las Naciones Unidas designó en 1999 como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, me vino a la mente esta novela y este título: los hombres que no amaban a las mujeres. 
    Desgraciadamente, podríamos poner el verbo en un tiempo presente (los hombres que no aman a las mujeres), pues a día de hoy en España 41 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas durante este año. Este dato objetivo no merece objeción. Muestra una dolorosa realidad.
    La violencia es un concepto muy amplio que engloba no solo comportamientos físicos agresivos, como se suele pensar, sino también humillaciones, ridiculizaciones, insultos, amenazas...
    Trabajemos desde la educación en igualdad  para que el amor, entendido en su concepción más amplia que representa el afecto, la bondad, el respeto y la compasión del ser humano, se imponga en nuestra sociedad y no tengamos la necesidad de reivindicar la eliminación de la violencia contra las mujeres.

14 noviembre 2020

Historia de una maestra 

Llevaba ya una semana en el pueblo cuando apareció el Cura en la puerta de la escuela. Los niños estaban en el recreo y corrieron a besarle la mano.

- Buenos días, señor Cura -cantaron todos con la misma musiquilla. Genaro estaba dentro de clase y me ayudaba a colocar los bancos alrededor de las paredes.

- ¿Qué hace usted, señora maestra? -preguntó interesado.

Yo me había acercado a él y él me extendió la mano, elevada, acercándola para que la besara. La aprisioné en el aire y la estreché con un movimiento forzado. 

Él seguía mirando los bancos y el espacio vacío que había quedado en el centro de la habitación.

- ¿Qué va a hacer usted? -preguntó otra vez.

Me quedé un poco  indecisa ante el tono inquisitivo del visitante.

- Voy a hacer teatro con los niños. Teatro y canciones. Vamos a representar un cuento...

- Muchas modernidades trae usted para este pueblo -dijo el Cura sacudiendo la cabeza. Pero en seguida cambió de actitud y se volvió amable, casi zalamero-: Hoy me tocaba confesión en el pueblo de al lado y me dije: Habrá que ir a echar un vistazo a la señora maestra...

Yo sonreí cortésmente.

- ¿Y cómo ha encontrado a estos mozos en Catecismo? -preguntó a continuación.

- Los encuentro mal en casi todo -dije evasivamente.

- Pues a ver si los mejora -dijo el Cura. Y el tono se había vuelto astuto y desconfiado. 


Este es un fragmento de la novela Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa. Con él quiero rendir un pequeño homenaje a todos los profesores que a lo largo de la historia han trabajado con ilusión y con convicción por enseñar a sus alumnos, no solo unos contenidos teóricos, sino un abanico de experiencias culturales, sociales, sentimentales...experiencias de vida necesarias para el crecimiento personal.

Durante la primera fase de la pandemia que estamos viviendo, el cierre de los centros educativos supuso un reto de enorme magnitud para toda la comunidad educativa: profesores, alumnos, familias. Las nuevas tecnologías supusieron un apoyo fundamental para mantener el contacto directo profesor-alumno, pero también mostraron la necesidad que se tenía, por parte de todos los afectados, de regresar a la escuela, de volver a vivir todas las experiencias que nos brinda un centro educativo, de volver al calor de las clases presenciales. 

La novela que hoy presento narra la historia de Gabriela, maestra por vocación en la época del advenimiento de la II República. El  fragmento que he seleccionado muestra que tenía que hacer frente, no solo a la falta de materiales y a la necesidad extrema de sus alumnos en todos los aspectos, sino a  la  inquisición de los poderes del momento, en este caso el señor Cura. Me gusta este fragmento porque muestra la ilusión de esta joven maestra que quiere hacer cosas diferentes con sus alumnos, aplicando una metodología innovadora: hacer teatro, representar un cuento. Los maestros de hoy, con los cursos de formación, pizarras digitales, plataformas, etc., no inventamos nada nuevo...

Espero que os guste.