"Éramos un caracol que había perdido el caparazón y una rana que había perdido las membranas. La apreté con fuerza contra mi pecho. [...] Ella apoyó la palma de la mano sobre mi corazón. Su tacto se fundió con mis latidos. "Es diferente de Shimamoto", pensé. "No me da lo que Shimamoto me daba. Pero es mía y quiere ofrecerme todo lo que puede. ¿Cómo podría hacerle daño?
Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir."
"-Mirando la fotografía, habría jurado que eras feliz -dije.
Shimamoto negó moviendo lentamente la cabeza. En el rabillo del ojo se le dibujaron unas encantadoras arrugas. Parecía estar recordando alguna escena lejana en el tiempo.
-¿Sabes, Hajime? -dijo-. A través de una fotografía no puedes comprender nada. No es más que una sombra. El verdadero yo está en otro sitio. Y eso no sale reflejado en la imagen.
Aquella fotografía hacía que me doliera el corazón. Al mirarla, me daba cuenta de cuánto tiempo había perdido. Un tiempo precioso que jamás volvería. Un tiempo que, por más que me esforzara, jamás podría recuperar. Un tiempo que únicamente existía en aquel instante y en aquel lugar. Mantuve los ojos fijos en la fotografía durante largo rato.
-Por qué la miras con tanta atención? -dijo Shimamoto.
-Para llenar ese espacio de tiempo -le respondí-. No te he visto durante más de veinte años. Quiero llenar ese vacío.
Ella miró sonriendo como si algo le hubiera parecido extraño. Como si yo tuviera algo raro en la cara.
-¡Qué curioso! -exclamó-. Tú quieres llenar el vacío de esos años y yo quiero dejar esos años en blanco."
Estos dos fragmentos pertenecen a la novela Al sur de la frontera, al oeste del Sol, del escritor japonés Haruki Murakami (Kioto 1949).
Murakami es un autor que me ha tenido totalmente desconcertada. Esta novela que presento hoy fue el primer contacto que tuve con él. La leí con intensidad, pues me atrajo de una forma que no podía dejar de leer...pero al llegar al final sentí un sentimiento de vacío. Quizás me había generado demasiadas expectativas y me sentí en cierto modo estafada. Pensé que no iba a leer nada más de él, pero al poco tiempo cayó en mis manos su novela Crónica del pájaro que da vuelta al mundo y este sugerente título me sirvió para darle otra oportunidad. Disfruté mucho leyéndolo; al igual que la primera novela, consiguió engancharme desde el principio. Me preocupaba llegar al final... ciertamente no sabía qué podía esperar. En esta ocasión la sensación no fue de estafa, sino más bien de no entender muy bien ese final. Me dije: "Ya no más. Ya sé quién es Murakami". Pero no fue así... Me regalaron Hombres sin mujeres, una colección de cuentos. Y, claro, lo leí. Me agradó comprobar que también era capaz de generar esa expectación en el formato del cuento. Descubrí historias con gran intensidad, a pesar de su brevedad. Los finales me siguieron descolocando, lo tengo que reconocer, pero ya me rindo. Me gusta Murakami, me gusta cómo consigue atraparme en cada una de sus historias. Y hasta me estoy planteando comprarme su novela más emblemática, Tokio Blues, y ponerme a leerla en cuanto acabe el que tengo empezado.
Murakami es un escritor que suena reiteradamente como candidato al premio Nobel de Literatura. Sus traductores comentan que su prosa es sencilla y directa, es decir, no destaca por la belleza formal del lenguaje. Estoy de acuerdo, no destaca en ese aspecto, pero logra un acceso inmediato al inconsciente colectivo por medio mundo usando herramientas tan banales como la simplicidad, la intriga narrativa o el pop. Sus obras dan acceso a infinitos mundos interiores, que es donde creo que reside su éxito; afectan al lector de manera impredecible, haciéndole sentir que aquello que se le cuenta no está escrito sino que está sucediendo en el acto para que sea él quien termine de convertirlo en íntima trama. Quizás por eso al principio me sentí estafada con sus finales, porque exigen de mí. Las obras de Murakami requieren la implicación del lector.
En una entrevista, Murakami, al comentarle el periodista "el modo en que sus relatos convocan todos los sentidos. Hay música, sexo, comida..." él respondió: "Me gustan las cosas físicas. Si escribo sobre alguien que bebe una cerveza, espero que los lectores quieran una. Busco imprimirle a mi literatura esa dimensión porque confío en la reacción corporal como algo auténtico, inmanejable, y si aparece, creo que la historia está funcionando. Si alguien en el libro enferma, me gustaría que el lector viviera sus síntomas. Ese es el propósito del relato". Estas palabras me resultaron reveladoras para entender mejor su universo narrativo.
En las obras de Murakami también tiene una presencia importante lo onírico, pero los personajes son conscientes en todo momento de la extrañeza de lo que están viviendo y lo viven como un sueño lúcido. Es decir,la forma en que lo fantástico interactúa con lo cotidiano se aleja del realismo mágico que ya comenté en otras entradas. A este respecto Murakami dijo: " Para mí, escribir una novela es como soñar; me permite soñar adrede mientras estoy despierto. Puedo continuar un día el sueño del día anterior, algo que no puede hacerse normalmente. Es también una forma de descender profundamente en mi conciencia. Así que aunque sea algo onírico, no es fantasía. Para mí lo onírico es muy real". De ahí que sus obras presenten dos estilos: onírico y realista.
Al sur de la frontera, al oeste del Sol es una novela más realista que onírica, dotada de fatalismo y sensibilidad únicos. La intervención del misterio no acarrea la ruptura del orden real, pero introduce una crítica a la percepción ordinaria del mundo que nos plantea la idea de dónde están los límites, de sobrepasarlos, de llegar a ese sur o a ese oeste y huir, aunque solo sea una vez. La entiendo como una novela introspectiva que muestra la facilidad con que se pierde el control de la propia vida y se destruye todo lo que se consideraba sólido y estable ( en este caso, un vida de éxito profesional y un matrimonio feliz con dos hijas). También se puede entender como una crónica del fracaso y la insatisfacción.
Os animo a leer esta novela, o cualquiera de Murakami, pues seguro que no os dejará indiferentes. Hay que leer en algún momento algo de Murakami, posiblemente el escritor japonés más famoso allende los mares. Un escritor criticado en ocasiones por la crítica de su país, que lo acusa de mostrar en sus obras la idea de Japón que tienen los lectores extranjeros y de estar americanizado. Es cierto que sus referentes son más occidentales que nipones (en esta obra, por ejemplo, la presencia de los clubs de jazz) y esto lo diferencia del resto de autores japoneses. Pero Murakami no está alejado de la realidad de Japón. En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo muestra las raíces sangrientas de Japón a través de los recuerdos gore del teniente Mamiya en la guerra de Manchuria, por poner un ejemplo. En cualquier caso, americanizado o no, yo recomendaría siempre leer a Murakami.
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