Recuerdos en cal. El comienzo de la biblioteca del IES Salduba.
Imaginar y recordar…
Hay un momento que no es mío,
no sé si en el pasado, en el futuro,
si en lo imposible… Y lo acaricio, lo
hago
presente, ardiente, con la poesía.
José Hierro
Contaré
cómo comenzó todo. En septiembre de 1989 ocupé por concurso de traslado una
plaza de Lengua y Literatura Españolas en el IES Salduba de San Pedro de
Alcántara. Desde el primer momento formé parte del pequeño grupo de profesoras
y profesores que se encargaría de hacer que la biblioteca del centro fuese algo
más que un sitio en el que guardar libros. Ese verano se realizaron obras y se prepararon
estanterías para colocar los libros dispersos por los distintos departamentos.
Libros que estaban sin clasificar y los que lo estaban no seguían criterios
unitarios. Hasta entonces no existían personas dedicadas a la organización de
la biblioteca y el espacio estaba mal aprovechado. El material elemental era
escaso o no existía, solo se contaba con unas pocas mesas y sillas. No había,
por supuesto, un presupuesto específico para la biblioteca.
Durante
los dos o tres primeros años se fue reorganizando el espacio disponible y se
realizó el arduo trabajo de clasificación y distribución de los libros en los
distintos estantes. Se adquirió el material indispensable para realizar el
trabajo de catalogación de los libros: fichas, ficheros, papeleras, escalera,
materiales de escritura… El nuevo mobiliario se consiguió en esos años. En el
curso 1992-1993, con la colaboración de la APA, se adquirió un ordenador con un
programa adecuado para la biblioteca, lo que supuso un avance enorme.
Por
primera vez, la biblioteca se consideró un departamento más y tuvo su propio
presupuesto, que fundamentalmente se dedicó a la compra de libros de literatura
juvenil adecuada a los intereses del alumnado. Se hizo un gran esfuerzo para
que la narrativa contemporánea estuviera bien representada y, sobre todo, se
creó una sección de poesía que no existía hasta entonces. Se compraron libros
pensando en lecturas que no fuesen las lecturas obligatorias de los temarios.
Un
salto cualitativo en la implantación de la biblioteca fue la puesta en marcha
de un horario de permanencia del profesorado en la biblioteca para realizar
préstamos y consultas. Fue un logro si consideramos que nunca había existido.
De ese modo, incluso los recreos estaban atendidos para que el alumnado pudiera
retirar o devolver libros.
También
habría que destacar que a partir de entonces la biblioteca solo se utilizó para
lectura, estudio o consulta y se creó el ambiente adecuado para estos fines.
Se
crearon unas mínimas reglas internas para evitar en la medida de lo posible que
los libros se desordenaran o se perdiesen. Con el esfuerzo de todos se
consiguió que fuera anecdótica la perdida de algún libro al acabar el curso.
Sería
muy larga la lista de actividades que se realizaron en los primeros años de
funcionamiento de la biblioteca, pero quisiera destacar las siguientes:
-
La celebración de ferias del libro
en el mes de abril y con motivo del Día del Libro, con exposición y venta de
libros en colaboración con librerías de San Pedro de Alcántara y de Marbella.
-
Exposición a final de curso de los
libros adquiridos para la biblioteca durante el curso.
-
Exposiciones en colaboración con distintas
personas y entidades, como por ejemplo:
·
Exposición ‘Pintando poesía’. Con
motivo del 50 aniversario de los premios de poesía Adonáis, un grupo de
ilustradores realizaron cuadros a partir de poemas de escritores que obtuvieron
en algún momento el citado premio.
·
Exposición del fotógrafo Juan
Ferreras ‘Agosto en Sarajevo’, una exposición de 45 fotografías de gente de la
calle: ancianos, niños y la cotidianidad de una ciudad cercada por los serbios.
-
Encuentros con autores como Javier
Egea, Luis García Montero, Aurora Luque, Justo Navarro o José Hierro.
-
Mención aparte merece la atención
que se dedicó a la poesía desde la aparición en el curso 1991-1992 de un poema
distinto todos los lunes que se colocaba en una de las paredes libres de
estanterías. Durante el curso 1993-1994 se hizo un concurso con los alumnos de
3.º de Bachillerato para darle nombre a lo que ya se venía haciendo cada
semana. El que más gustó fue ‘Letras en cal’ y así se llamó a partir de ese
momento. Creo que fue uno de los nombres más poéticos que un espacio de poesía
pueda ambicionar. Todos los lunes, versos de poetas como Rainer Maria Rilke,
Emily Dickinson, Walt Whitman, Alejandra Pizarnik, Pablo García Baena, Antonio
Gamoneda, Silvia Plath, Luis Cernuda, Elena Martín Vivaldi... aparecían en fotocopias
grandes que se pegaban en la pared, a la vez que en tamaño más pequeño se
dejaban en las mesas de la biblioteca a disposición de quienes quisieran recogerlos.
Los poemas estaban extraídos de libros que se habían ido incorporando al fondo
de la biblioteca que poco a poco se enriquecía con libros de otros poetas
diferentes a los canónicos o de lectura obligatoria. La virtud de esa presencia
era poder ofrecer de inmediato el libro original si algún alumno, y eran
muchos, quería saber de dónde procedía el poema escogido esa semana. Una vez
sembrada la curiosidad no faltaba la petición en préstamo del libro
correspondiente para conocer la obra del autor. Los poemas de cada lunes actuaban
de reclamo para la posterior lectura de los libros.
No es fácil mantener
una experiencia como esta, pues se suceden las personas y los proyectos cambian,
pero resulta una sorpresa maravillosa saber que ‘Letras en cal’ sigue presente
casi treinta años después de su nacimiento. Hay que dar las gracias a quienes
lo han hecho posible.
Fueron
muchas las horas que se le dedicaron a la biblioteca, mucho el entusiasmo y
mucho el trabajo que se realizó en esos años, pero lo más gratificante fue
comprobar lo pronto que dio sus frutos, pues los préstamos aumentaban año tras
año y, lo que considero más importante, la biblioteca se convirtió en el
espacio de estudio, de encuentro, de lectura, de reflexión que habíamos soñado.
Eso puso de manifiesto que las utopías se cumplen a veces. Los alumnos la
hicieron suya desde el primer momento colaborando y disfrutando de un espacio
de libertad conseguido gracias al esfuerzo de un grupo de personas entusiastas y
confiadas, empeñadas además en sacar adelante una biblioteca escolar que
apoyara y facilitara la consecución de los objetivos educativos del centro y de
los programas de enseñanza. La colaboración de los alumnos en los proyectos que
se llevaron a cabo fue siempre entusiasta y permanente, lo que fue un motivo
constante de satisfacción. Al mismo tiempo se aspiraba a crear y fomentar en
los jóvenes el hábito y el gusto por la lectura y también que amaran y
utilizaran las bibliotecas a lo largo de sus vidas.
Ahora,
a finales de 2020, todo aquel equipo que sacó adelante la biblioteca con tanta
pasión no está ya en el IES Salduba. Quiero aquí mencionar los nombres, por
orden alfabético, de los principales artífices del proyecto: Trinidad Cebrián,
Lola Cruz, Ana Fernández, Julio de la Fuente, Miguel Ramírez y Andrea
Villarrubia. No es fácil que un grupo tan heterogéneo como aquel, con formación
académica diversa, pertenecientes a departamentos distintos del instituto,
luchase y colaborase en conseguir el sueño de cualquier centro educativo. Un
equipo que, con la ayuda de otros compañeros y muchos alumnos, supo crear y
defender un espacio de comunicación, encuentro y formación tanto de los estudiantes
como de toda la comunidad educativa, un espacio donde se desarrollaron
experiencias culturales que aún se recuerdan. Algunos de aquellos docentes, nos
hemos jubilado, otros continúan su labor en otros institutos. Sin embargo, a
pesar de la dispar situación personal y profesional, es necesario remarcar el
orgullo que todos sienten al rememorar aquellos años. Lo más conmovedor de todo
es comprobar el hecho maravilloso de que alumnos y alumnas que participaron y
disfrutaron de aquella aventura sean los que ahora, ya como docentes, continúen
manteniendo la biblioteca del IES Salduba. Ellos son la confirmación treinta años después de que aquel
proyecto, ilusorio al principio, tenía sentido y demuestran cada día que las
bibliotecas escolares son parte esencial de la vida de un centro educativo.
ANDREA VILLARRUBIA DELGADO
No hay comentarios:
Publicar un comentario